EL CONJUNTO HABITACIONAL EXEQUIEL GONZÁLEZ CORTÉS, UN EJEMPLO PARADIGMÁTICO DE LA UTILIZACIÓN DE LA ESCALA DE BARRIO SUSTENTABLE

CONJUNTO HABITACIONAL EXEQUIEL

En los últimos años del siglo XX en Chile, las políticas habitacionales se enfocaron en reducir el déficit habitacional, pero no se preocuparon de la articulación de la ciudad generando problemas de localización, marginalidad y mala conectividad. En el presente se están generando las herramientas para realizar un crecimiento urbano sustentable, en que se considera la participación de las personas y la integración social. De esta manera se ha pensado que la ciudad se puede articular a través de la creación y mejoramientos de barrios, y el acceso de los habitantes al espacio público. En este contexto es conveniente destacar el conjunto habitacional Exequiel González Cortés, el cual se ha trasformado en un proyecto paradigmático en cuanto al trabajo con la escala de barrio y la generación de vida en comunidad, que puede servir de ejemplo para las nuevas generaciones en el diseño de conjuntos de vivienda social.

Entre los esfuerzos gubernamentales realizados en el siglo XX, para resolver la problemática de la habitación popular, se generaron diferentes propuestas para el diseño de conjuntos de vivienda social, algunas de las cuales son consideradas paradigmáticas de ese período y que con el paso del tiempo, se han transformado en un buen ejemplo para poder hacer frente a los graves problemas de segregación e inequidad, que presenta el desarrollo urbano de nuestro país.

Una de estas obras, reconocidas como una de las más paradigmáticas realizadas por la Corporación de la Vivienda en la década del sesenta en Chile, fue el Conjunto Habitacional Exequiel González Cortés, realizado a través de un llamado a concurso público por CORVI en esos años. (Benévolo, 1987, p.789-790). Debido a su ubicación cercana al Estadio Nacional, las autoridades propusieron que este conjunto albergara a las delegaciones asistentes al Campeonato Mundial de Futbol de 1962, y de esta manera amortizar en parte la inversión realizada para la construcción del conjunto. El diseño de este proyecto fue una propuesta de gran sensibilidad y acierto en la utilización de escala sustentable, para la articulación de los espacios colectivos. El trabajo se realizó en tres niveles de actuación. Primero, en la gran escala, la relación del conjunto con el contexto urbano. Después, la escala intermedia, articulación de las vecindades al interior del conjunto y, finalmente, la escala pequeña, diseño del acceso y la vivienda.

A su vez, los arquitectos concibieron simultáneamente la vivienda mínima y su forma de agregación en la ciudad, con una gran sensibilidad por relacionarse con la trama urbana del sector. (Eliash, 1989, p.128) El conjunto fue diseñado por dos oficinas que ganaron el primer lugar del concurso, una fue el grupo TAU y la otra el despacho de Pablo Hegedus. [1]

El proyecto fue pensado como una Unidad Vecinal, concepto que había servido para proyectos estatales de clase media (San Martín, 1992). En este sentido, cabe destacar que el concepto de “Unidad Vecinal”, utilizado en Chile, tomaba algunos aspectos de la idea inicial que Clarence Perry planteó en 1929 (Tordesillas, 2006, p. 67-68). Su propuesta desarrollaba a grandes rasgos, que se podía diseñar un espacio comunal en la ciudad, organizado en torno a un centro comunitario, con escuelas y equipamientos, ubicados a cinco minutos caminando desde las viviendas. En esa época, esta propuesta hacía frente a dos problemáticas que se planteaban en la planificación urbana de la ciudad, que eran: “cómo distribuir los equipamientos en la ciudad y cómo recuperar los valores comunitarios que la gran ciudad tendía a diluir” (Benabent, 2006, p.40) [2]. Al respecto, se debió considerar que, si bien desde la perspectiva sociológica es difícil demostrar que la delimitación física de estas unidades pudiera lograr una integración social, no obstante, desde la perspectiva del arquitecto y los profesionales de la planificación, este sistema se presentaba como una buena alternativa para estructurar la ciudad (Benabent, 2006).

Por otra parte, uno de los arquitectos que utilizó este sistema de organización en Latinoamérica fue José Luis Sert. Con la publicación de “Can our cities survive?” (Becerra, 2012), en 1942, la unidad vecinal se presentaba como modelo válido para la organización de la ciudad, “describiéndola como un conjunto formado por grupos de viviendas y servicios comunitarios rodeados de espacio y de otros elementos capaces de conducir a mejorar las condiciones de vida” (Schnitter,2005).

En 1947, los arquitectos del grupo TAU tuvieron la posibilidad de conocer de primera mano estas ideas de parte de Paul Lester Wiener, cuando dictó una charla en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, en la cual explicó los diferentes proyectos que se encontraba realizando junto a Sert. En su exposición, explicó las ventajas de las unidades vecinales y los núcleos de vivienda diseñados a escala humana, “con todos los servicios y comodidades necesarios, separados entre sí por áreas verdes, pero unidos eficazmente al centro cívico por vías que no significan peligro para nadie”[3] . Y después, a modo de consejo les manifestó: “No muchas escuelas y pocos estadios; no muchos estadios y pocas viviendas; todo debe estar en estrecho acuerdo con las necesidades reales del conglomerado”[4], y para dar un ejemplo les habló de la Ciudad de los Motores, en Brasil.

Por otra parte, para organizar proyectos como unidades vecinales, la Corporación de la Vivienda debió primero realizar estudios para definir la necesidad de metros cuadrados necesarios por persona y, de esta manera, determinar patrones en base a poblaciones representativas. Para esta labor los profesionales de la Corporación estudiaron y analizaron la densidad que se podía alcanzar en los conjuntos residenciales y la relación porcentual que se podía establecer en el uso del suelo, entre las viviendas, circulaciones, áreas verdes y servicios comunes.

Al mismo tiempo, se determinaron sectores demográficos para la postulación a las viviendas, y se verificó que la proporción de viviendas a construir estaba primordialmente ligada a la capacidad de pago de los obreros y empleados. A continuación, se estableció una clasificación de los diferentes estratos de viviendas a las que podían acceder los postulantes y se definió que las viviendas medias serían de 35 a 84 metros cuadrados, correspondiendo esta última superficie, a un programa de cuatro dormitorios, destinadas para obreros y empleados de rentas bajas.

Ésta fue la población que pudo acceder a vivir en la “Unidad Vecinal Exequiel González”. En la figura 2, se observa el plano de ubicación del conjunto, contiguo al estadio Nacional en la comuna de Ñuñoa, cercano al centro de Santiago. Esta ubicación en el interior de la ciudad consolidada, fue común en los proyectos financiados por las cajas de empleados, ya que sus afiliados de clase media podían acceder a créditos por parte de la banca nacional (San Matín, 1992, p.41).

Los profesionales diseñaron diferentes vecindarios del proyecto, conformando patios interiores, destinados a áreas verdes y juegos infantiles. Además, se estableció un sistema de comunicación peatonal que relacionaba todos los patios y sectores, con las zonas de jardines.

Así, el estudio, fue articulando el espacio colectivo y la escala de los edificios, favoreciendo las relaciones de la comunidad. En ese sentido, debemos destacar que vivir en estos vecindarios era una experiencia nueva para muchos de sus habitantes, quienes debían adaptarse a este “alojamiento colectivo”. (Martínez, 2005, p.95)

Al trabajar con la idea de barrio, los arquitectos, buscaban favorecer la vida en comunidad, sobre todo como posibilidad de organización solidaria de los obreros y sus familias. Asimismo, esta situación permitiría que los residentes se identificaran con su vecindario y el lugar donde habitaban.

Un aspecto importante para que los habitantes se apropiaran de los patios, fue el diseño de departamentos en el nivel de terreno. De este modo, se logró la conformación de espacios, los cuales fueron ocupados por vecinos de los bloques más cercanos. También, se generaron circulaciones en el segundo y cuarto nivel, que vinculaban los diferentes bloques a través de puentes y configuraron una especie de portales de acceso, a los patios comunitarios. (Becerra, 2012)

Los puentes de conexión entre los edificios, se pueden apreciar en la fotografía de la figura 4. También, en esta imagen percibimos el trabajo honesto con el material y la utilización del pasillo exterior como símbolo de la vida colectiva.

La optimización constructiva de este corredor nos evoca, en cierta medida, las viviendas en galería de la colonia Törten, de Hannes Meyer, sobre todo en el uso del ladrillo y la utilización estandarizada de los elementos constructivos.[10]

Al mismo tiempo vemos un detalle de estos pasillos de conexión en el segundo nivel, que demuestra la preocupación de los arquitectos por generar vinculaciones en altura, entre los edificios.

Finalmente, vemos el trabajo de los muros de carga en los testeros y la modulación de los elementos en las fachadas principales. Al respecto, uno de los arquitectos planteaba: “con distintas variaciones dentro del módulo tú generas la variedad del conjunto, entonces la gente se identifica con el departamento donde vive, que en ciertas características es diferente al de los otros propietarios”. [11]

De esta manera, los arquitectos utilizaban el concepto de unidad y variedad, para generar dentro de una misma modulación estandarizada, una característica propia para cada departamento.

Como ya se indicó, en el centro de la “Unidad Vecinal Exequiel González Cortés”, se concibió un espacio jerárquico donde se ubicó el área de equipamiento de todo el conjunto. Ahora bien, durante el desarrollo del conjunto surgió la idea de proyectar una torre que sirviera de hito del conjunto.

La ubicación de esta torre produjo un gran debate entre los dos equipos; al respecto, el arquitecto Ricardo Carballo recuerda el incidente en los siguientes términos: “yo proponía que la torre se ubicara como un hito que se viera desde la avenida Grecia, pero Julio Mardones planteaba que debía situarse en el interior del conjunto, donde finalmente se ubicó”.[12]

Carballo imaginaba el edificio como un hito urbano, para ser visto en una gran avenida de la ciudad, en cambio, Julio Mardones lo pensaba como un hito que marcara el “corazón”, de la vida comunitaria de la unidad vecinal.

Con el paso de los años la torre ha cumplido su rol como hito del conjunto, representando un signo reconocible del lugar por parte de los habitantes.

En esta línea, algunos investigadores manifiestan que: “el centro de la Villa parece ser a la vez el corazón de este cuerpo de piedra. Es ahí donde la mayoría de los encuentros ocurren” (Martínez, 2005, p.73). Además, cuando se les planteó a los alumnos de la escuela básica de la villa que dibujaran el lugar donde vivían, algunos niños dibujaron la torre como ícono del centro de la unidad vecinal (Martínez, 2005, p.102).

Por otra parte, en relación con la trama urbana los arquitectos utilizaron un sistema de patrones para ir generando la articulación del espacio público y los diferentes bloques. En el plano de planta se observa la ubicación de un tipo de bloque emplazado hacia el norte para permitir el perfecto asoleamiento oriente poniente de las fachadas. Esta disposición permitió la conformación de espacios libres acotados facultando la circulación entre diferentes zonas del conjunto.

Aquí se manifiesta claramente la visión sustentable que tenían los arquitectos en cuanto al asoleamiento de las viviendas. El bloque fue concebido con una altura de cinco niveles destinados a viviendas con departamentos tipo dúplex en el segundo y cuarto piso servidos por un corredor central.[13] La vivienda tipo estaba compuesta de estar-comedor, cocina y baño de visita en primer piso y de tres dormitorios más baño completo en el segundo piso. Así se logró generar una zona de vida privada con control de ruidos, y una zona pública donde se realizaba la vida familiar.

La fachada principal del edificio se orientó hacia el norte permitiendo, por un lado generar una gran fachada continua hacia la avenida Grecia, y por el otro, producir el acceso a las viviendas mediante un agradable corredor exterior orientado hacia patio interior del vecindario. Los departamentos fueron concebidos con doble fachada, lo cual permitió una considerable habitabilidad y condiciones sustentables de las viviendas, debido a la excelente ventilación cruzada y a la óptima iluminación de éstos (Torrent, 2006, p.60-77).

En la axonometría del dúplex, notamos en cierta medida la relación con las unidades habitacionales del proyecto Casa Bloc, donde la cocina se ubicó hacia el corredor permitiendo que el estar quedara alejado de los ruidos exteriores. En éstas, también distinguimos que las dimensiones de los recintos se adaptaron a los requerimientos del programa previo y a la optimización de las superficies (Torrent, 2006, p.67).

Así hemos examinado la importancia otorgada por los arquitectos al trabajo con la articulación de las diferentes escalas del proyecto, llegando incluso a diseñar el mobiliario de las viviendas, ya que debido a la producción en masa se había producido la democratización del confort para los diferentes sectores de la sociedad.

Para concluir, cabe destacar que los arquitectos de este proyecto trabajaron simultáneamente con el objeto arquitectónico y su emplazamiento urbano, con la célula y el conjunto, con la vivienda y el barrio, es decir, con la parte y el todo, tratados como fenómenos férreamente vinculados. Para lograr la articulación de estos fenómenos y de la intimidad del espacio privado con el ámbito público, los arquitectos crearon lugares a diferentes escalas del proyecto. En la escala general del diseño trabajaron con la creación de patios relacionados a los vecindarios, que originaron interesantes lugares de encuentro y de vida en comunidad entre los habitantes.

Por esta vía, el equipo introdujo en el diseño de los edificios toda su concepción ideal y social para estimular la vida colectiva de los habitantes, la cual ha presentado una muy buena aceptación por parte de los residentes de este conjunto y que, con el paso de los años, ha transformado a la unidad vecinal Exequiel González Cortés, en una de las obras más importantes del patrimonio de la arquitectura en Chile.

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